Viernes Santo

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El Viernes Santo es el día en el que cristianos de todas las denominaciones recordamos y celebramos el evento que validó el amor de Jesús hacia toda la creación y la humanidad. Este evento fue su propia muerte.

Sabemos que la crucifixión fue la manera en la que fue muerto Jesús. Sobre ésta, podemos decir con certeza que era la manera en la que morían los esclavos. La pena más fuerte en la ley romana. La forma más obscena de quitarle la vida a un ser humano. Se le aplicaba a extranjeros rebeldes y criminales.

La crucifixión además fue el símbolo del sufrimiento judío. Pues no solo a Jesús se le aplicó, sino que muchos judíos fueron crucificados en Jerusalén antes y después de Jesús.

Estas son verdades históricas que revelan el gran sufrimiento al que fueron sometidos miles de seres humanos, y entre ellos se incluye al Jesús histórico. La imagen de un crucificado era una grotesca y cruel, que además tenia el propósito de disuadir a los presentes de cometer alguna falta contra el Estado, sus aliados o sus intereses.  

Sin embargo, en el caso de Jesús, se registra en los evangelios que no fue hallado culpable por Pilato. Quien declara en tres ocasiones que no había ninguna falta en Él. Jesús era mal visto por la élite religiosa judía, quienes tenían temor de lo que éste pudiera hacer, dada la cantidad de seguidores que tenia. Fundamentados en ese temor presionaron al Estado para que lo ejecutaran.  

Tanto sus acciones liberadoras, los milagros, las sanidades que realizaba en sábado en violación a la interpretación religiosa de aquellos tiempos sobre el día de reposo, el perdón que ofrecía igualándose a Dios y el contenido de su mensaje resumido en el Sermón del Monte o del Llano (según el evangelio que leamos); fueron demasiado peligrosas para una élite religiosa y política. A la cual Jesús además les tildaba de hipócritas y sepulcros blanqueados por fuera. Una élite religiosa que no respondía al Dios que decía adorar, sino, que respondía al poder político del momento. 

Fue por tales razones que convertirse en discípulo de Jesús, en seguidor de Jesús, se había tornado en un asunto de vida o muerte. En el evangelio de Juan, hasta Lázaro fue sentenciado a morir por haber sido a quien Jesús resucitó de entre los muertos.  

Sin duda, el Jesús en la cruz no era la imagen ideal para el Mesías. Eso lo sabemos al día de hoy, pues tal parece que a veces como cristianos se nos hace difícil comprender bien aquella cruz. 

El Apóstol Pablo explica esta difícil situación de la cruz de Cristo en 1 Corintios 1:23-24 (RVR60):

(…) pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios.

Otro aspecto interesante fue la actitud de los discípulos más cercanos de Jesús durante el desarrollo de los eventos que anteceden la crucifixión. Los discípulos no han reconocido el momento y por ello en vez de orar, duermen. En Mateo 26:38–42 (RVR60) dice:

Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. 

Un discípulo de su grupo más cercano entrega a Jesús y otro discípulo toma la espada. En Mateo 26:48–51 (RVR60) dice:

Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle. Y en seguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó. Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron. Pero uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le quitó la oreja. 

 Finalmente, mientras Jesús señala la hipocresía de los religiosos durante su arresto, presencia la más dura de las respuestas de sus discípulos. En Mateo 26:55–56 (RVR60) dice:

En aquella hora dijo Jesús a la gente: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis. Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron. 

 Pedro, quien antes había asegurado que no dejaría a Jesús, lo sigue de lejos y luego le niega en Mateo 26:57–58 (RVR60):

Los que prendieron a Jesús le llevaron al sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas y los ancianos. Mas Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los alguaciles, para ver el fin. 

 Un paréntesis aquí es que Jesús es ridiculizado como profeta, una manera de rechazar todo lo que ha dicho y enseñado.  Sin embargo, todo lo que Jesús le dijo a los discípulos que sucedería, estaba sucediendo. En Mateo 26:67–68 (RVR60) dice: 

Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban, diciendo: Profetízanos, Cristo, quién es el que te golpeó. 

 La negación de Pedro va en crescendo pues primero dice “No sé lo que dices”, luego negó otra vez con juramento. Por último, maldijo y juró, “no conozco al hombre”.

 Mateo 26:69–75 (RVR60) 

Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús el galileo. Mas él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices. Saliendo él a la puerta, le vio otra, y dijo a los que estaban allí: También éste estaba con Jesús el nazareno. Pero él negó otra vez con juramento: No conozco al hombre. Un poco después, acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre. Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el gallo. Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente. 

 Finalmente, Jesús sufre el abandono del Padre:

Mateo 27:45–50 (RVR60) 

Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste. Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle. 50Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. 

Isaías 50:6 (RVR60) 

Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos. 

Jesús tomo su cruz, y todo lo que eso implicaba, hasta el final solo por una razón. Esa razón es para que tú y yo tengamos vida, y para que la tengamos en abundancia, para salvarnos, para redimirnos, para perdonarnos. Todo fue por amor, para que tengamos esperanza aun en los momentos mas difíciles.

Como dice el himno: 

¡Oh! yo siempre amaré a esa cruz, 
en sus triunfos mi gloria será; 
y algún día en vez de una cruz, 
mi corona Jesús me dará.