2021

2021

Muchos de nosotros hemos anhelado el Nuevo Año 2021. Atrás quedan innumerables experiencias que nos han hecho crecer individual y colectivamente. Todo ha sido una escuela intensiva en la que ejercitamos la fe, la esperanza y la confianza en Dios. Todas estas virtudes encuentran su mayor sentido y mejor expresión cuando se mueven en el contexto del amor hacia la otra persona, el prójimo. 

De manera que el 2020 fue un tiempo de aprendizaje. Entendimos que nuestra vida esta ineludiblemente conectada con los demás y que las decisiones individuales siempre tienen un impacto en los demás. La salvación no es solo individual, también es comunitaria y cósmica. Buenas acciones y malas acciones tomadas a miles de kilómetros tarde o temprano impactan a todos precisamente porque habitamos en el mismo lugar y somos igualmente vulnerables.  

Aprendimos que hay que respetar la creación y tener una mayordomía responsable de la vida. 

Aprendimos que como seres humanos tenemos que salirnos de los fanatismos de tipo religioso, político, filosófico y de cualquier clase que solo generan discrimen, pobreza, dolor y muerte.

Aprendimos que todo lo anterior es responsabilidad de todos y no solo de unos pocos que tienen poder y posiciones privilegiadas.

Estas son solo una pequeña muestra de todo el curso de vida que tomamos en el 2020 y les invito a compartir con un comentario alguna de esas cosas que aprendimos en este año 2020. En ese sentido el 2020 fue un año productivo, positivo y bueno para toda la humanidad.  

Un ejemplo bíblico de este tipo de aprendizaje es el que encontramos en el relato de Job. Quien a pesar de ser justo, carecía de la sabiduría que se encuentra al experimentar a Dios en la aflicción. El relato muestra la fidelidad de Job y la esperanza en medio de la aflicción. Por lo que, no es su fe necesariamente, la que aumenta.  Lo que sí ocurre en Job, es que se ha dado cuenta que en toda su experiencia Dios ha estado con el acompañándolo. O sea, que Dios no lo dejó cuando perdió a sus hijos;  Dios no lo dejó cuando perdió sus posesiones; y mucho menos cuando perdió su salud. La expresión que hace Job “de oídas de había oído, pero ahora mis ojos te ven”, es precisamente lo que nos demuestra que en el camino Job se encuentra cara a cara con Dios.  

Pero la pintura más exacta del 2020 contiene innumerables bendiciones. No todo fue aflicción en el 2020. En nuestro caso, María y yo, tuvimos la bendición de convertirnos en abuelos de un precioso niño llamado Lucas Mateo que ha llenado nuestras vidas de alegría. El Señor proveyó de todo en nuestras vidas. Nada nos sobró, pero nada nos faltó. Mi hija consiguió un buen trabajo, mi hijo y su esposa lograron sus metas profesionales, mi esposa logró adquirir nuevas experiencias de trabajo, la iglesia sirvió a la comunidad en la distribución de alimentos, mantuvimos la hermandad en Cristo y la salud de nuestra iglesia no se ha afectado por el virus. Aunque algunas personas de la comunidad y familia se afectaron con el virus, damos gracias a Dios que se han recuperado. La nueva manera de realizar cultos virtuales nos ha acercado a hermanos y hermanas que viven fuera de Puerto Rico. La lista es interminable de las bendiciones que Dios nos ha regalado.

El aprendizaje se experimenta entre la aflicción y la bendición.  Ambas experiencias son necesarias para que mantengamos el balance, la humildad y un enfoque esperanzador que afirme nuestras vidas.

Así que este año 2021, es el año para poner en práctica todo lo que hemos aprendido de nuestro encuentro con Dios por los caminos de bendición y aflicción. Todavía estamos aquí, mi hermano y hermana, y esa es la mejor noticia. Porque el 2020 no fue un examen tipo botella. De esos que uno se aprendía de memoria la información y cuando salía del examen olvidaba todo. El 2020 fue un examen sorpresa, de esos que no te avisan, y que además requieren de mucho análisis crítico y discernimiento. Espero que todos y todas hayamos aprobado el curso, aunque haya sido como decimos, “raspando”.

Por último, quiero desearles a todos mis hermanos y hermanas un Feliz Año Nuevo. Les invito a mantener nuestras lámparas encendidas. A tener aceite fresco en abundancia. Para que sea cual sea la voluntad divina para nuestras vidas durante este año, sigamos celebrando la vida abundante que Jesucristo, por su gracia, nos ha regalado.

Muchas felicidades, salud y paz